jueves, 7 de enero de 2010

Habia una Vez...

Había una vez un príncipe adorado por su pueblo, no había persona que no lo quisiera por su bondad, gracia e increíble inteligencia, llego el dia en que se sintió realmente solo y le comunico a su pueblo que se casaría con la dama que le demostrara real amor, llegaron doncellas de todo el mundo, llenas de regalos y talentos, cada una más hermosa que la otra.

El príncipe se encontraba maravillado con semejante despliegue que provoco por el solo hecho de ya no querer andar solo por el mundo, se sintió agradecido, y acepto todos los presentes anunciando que se tomaría un año para tomar su decisión.

A los pocos días llega al pueblo una plebeya de tierras lejanas (algo gordita y cachetona) solicitando un audiencia con el príncipe, este se extraña pero acepta el pedido de la pobre chica, ella hace una reverencia al hombre perfecto que tenia frente a ella, lo amó, lo amó como nunca había amado a nadie, como nadie había amado nunca, ella era feliz con solo verlo.

- Que te trae a mis tierras plebeya? Replico el príncipe

- Vine a casarme con usted

- Quieres casarte conmigo?


- Si…creo que yo soy lo que tanto esta buscando

- Porque crees eso plebeya?

- No lo se…solo lo se

- Que tienes para mi

- Nada…soy pobre, no tengo nada que ofrecerle…salvo mi devoción, como prueba de mi gran amor, pasare un año esperando bajo su ventana.


EL príncipe se sorprendió pero conmovido por el gesto de la pobre muchacha acepto…la joven que se encontraba descalza da media vuelta y empieza a caminar hacia los jardines del castillo y se sienta en una banca que se encontraba debajo de la ventana del joven monarca.

Y asi pasaron los días, las semanas, los meses, ella estaba ahí sentada mirando solo hacia su ventana, al príncipe solo ciertos días se acercaba a su ventana y le enviaba un gesto de aprobación, ella continuaba decidida a pesar de la lluvia, de la nieve, del sol y del frio.



Faltando 3 días para qué se cumpliera el tan ansiado año, la gente en el pueblo empezó con los preparativos de la gran boda, emocionados de saber que una chica de pueblo seria princesa, la que estaba demostrando todo su amor ahí sentada, sin moverse, segura de su decisión, con la convicción de demostrar que eso era lo que quería…su príncipe.

Pasaron dos días más, solo faltaban 3 horas para que se cumpliera el plazo, la joven plebeya bajo el rostro y se deslizaron varias lagrimas, esbozo una media sonrisa y finalmente se puso de pie y se fue…nunca miro atrás, ante la mirada atónita de todo el pueblo y del mismo príncipe.

Muchos meses después ella se encontraba en un camino solitario, sentada debajo de un árbol mirando el horizonte, paso un joven de una comarca cercana, al verla la reconoció…era ella, no dudo en acercarse a preguntar “que paso…porque te fuiste?...estabas tan cerca de cumplirlo, porque te rendiste?”

Ella con la mirada perdida dejo caer una lágrima mas, miro al joven y le dijo.

“El no me ahorro, ni un mes, ni una semana, ni un día de espera…………..no merecía mi amor”


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